miércoles, 15 de abril de 2009

Cuidado con China: hace el trilero con su economía

El final de la Semana Santa ha traído consigo una noticia de alcance que ha sido recogida de modo más o menos relevante por los distintos medios de comunicación. El crédito privado se ha disparado en China en el último año, periodo en el que se ha multiplicado por seis. En el mes de marzo la masa monetaria en circulación, medida en términos del agregado M2, ha crecido por encima del 25%. Se ha concedido financiación por importe de 1,89 billones de yuanes, más de 200.000 millones de euros, en un solo mes.
El límite inicial de 5 billones de yuanes que se había puesto como objetivo el Banco Central del país para todo el año ya se ha alcanzado y se verá, según los analistas de JP Morgan, claramente superado hasta alcanzar los 8 billones. El propio supervisor ha anunciado que continuará alentando esta actividad prestamista a fin de mantener el crecimiento económico nacional. Sólo restringirá el acceso a los fondos a sectores contaminantes, intensivos en energía o donde exista sobrecapacidad.
Al calor de esta elevada inyección monetaria, y no al revés, aunque en el caso del crédito la causa suele devenir en consecuencia, la producción industrial y el consumo, sobre los que conoceremos datos el jueves de esta semana, junto con el PIB del primer trimestre de 2009, se mantienen firmes tratándose de la excepción dentro de las mayores economías del planeta. Todos los ojos están puestos en el gigante asiático y en su capacidad para evitar que la recesión mundial se prolongue en el tiempo y alcance tintes, aún si cabe, más dramáticos.
La recuperación tiene truco.
Sin embargo, no es difícil darse cuenta que la cosa puede tener, y probablemente tiene, truco. Por varios motivos.
En primer lugar es de todos conocida la obsesión de los dirigentes chinos por mantener una tasa de crecimiento superior al 8% que es la que asegura la paz social que, en aquél país, se mide en términos de creación de empleo suficiente para paliar las desigualdades entre las urbes y el área rural. Más de 20 millones de campesinos han perdido sus trabajos desde el comienzo de la crisis y el descontento es una fuerza que puede conducir a una nueva marcha roja. El último trimestre de 2008, el aumento del PIB se quedó en el 6,8%, el ritmo más lento en siete años. El estimado de los analistas para los primeros tres meses del 2009 es del 6,3%, pese a todo el esfuerzo realizado.
Sobre la base de ese objetivo común, evitar el caos, el Estado ha puesto todos los mecanismos a su alcance en funcionamiento para mantener viva la llama de la esperanza. Y el resultado es que no estamos viendo sino un permanente reciclado de recursos financieros entre los distintos agentes públicos. La banca, que es semi pública, presta a los ejecutores de las obras de infraestructura que, en su gran mayoría, son compañías estatales o de amplia participación gubernamental. Y es que la contribución de la iniciativa privada en el plan de intervención administrativa es, si no nula, muy limitada. El dinero pasa de un cubilete a otro, pero el que maneja los hilos es siempre el mismo. ¿Adivinan cuál?
De hecho, la expulsión del sector privado, involución desde la economía de mercado a la dirigida, es una constante desde el inicio de la crisis, proceso que viene apoyado por la caída del comercio internacional y la menor entrada de fondos extranjeros para inversiones directas en China. Gran parte de las firmas más pequeñas se las están viendo y deseando para mantener el crédito comercial, como señala ésta más que reveladora noticia de ayer de Financial Times. Y de los datos de este fin de semana, merece la pena constatar el notable decremento del descuento de papel comercial por parte de las entidades financieras y el notable incremento de la financiación a medio y largo plazo. Por si había alguna duda.
Peligrosa deriva de inciertas consecuencias.
El problema de esta dinámica de actuación es que muchas veces genera males muy superiores a los que se pretende evitar. Y más cuando los coletazos de la brutal inyección de liquidez llegan al bolsillo ciudadano y alientan la especulación. Baste recordar que el índice bursátil local, tal y como recordábamos ayer, lleva este año una subida superior al 30% que contrasta con la atonía de los valores chinos que cotizan en Hong Kong. ¿A nadie le llama la atención? La inversión en capital fijo han repuntado en marzo por encima del 25% pese al colapso del sector de la construcción y las ventas de coches han alcanzado niveles récord. Es aquí donde muchos analistas depositan su esperanza.
Una esperanza que la propia China se encarga de alimentar mas por obligación que por devoción. Es la pescadilla que se muerde la cola. Sin comercio internacional, la transición del país de su condición de fabrica del mundo a una pseudo sociedad de consumo, a la que contribuye el Estado subsidiando neveras y televisores, puede quedar en agua de borrajas dada la elevada dependencia de la demanda exterior y la tradicional mentalidad ahorradora de sus ciudadanos que se debe, paradójicamente, al escaso peso del Estado del Bienestar (sanidad, educación, pensiones). Desde ese punto de vista, sus dirigentes necesitan alimentar el mito de la fortaleza de su economía hoy mas que nunca. Miren si no este gráfico de Krugman en uno de sus últimos posts y verán a que me estoy refiriendo. Santa China del Rescate, ruega por nosotros.
De momento la ilusión monetaria está cumpliendo su objetivo. Y traerá consecuencias. La estructura semi pública del flujo de liquidez hace que a servidor le parezca menor el riesgo de los impagados en el sistema bancario de China que, para muchos analistas, continúa siendo una especie de caja negra. De hecho la morosidad ha pasado del 20% en 2003 al 2,5% oficial de cierre de 2008. Y si deudor y acreedor son dos caras de la misma moneda, malo serán que no se pongan de acuerdo para mantener el maquillaje.
Sin embargo sí que puede haber un fuerte impacto en términos de inflación, que puede llegar al país en el peor de los momentos. La recuperación de la demanda interna necesita de precios controlados para incentivarla y evitar las burbujas que puedan destruir la confianza. Pero, ah amigo, ¿y si el exceso de liquidez, demanda, anula la caída de los precios de aprovisionamiento, oferta? Permanezcan conectados.

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