Historias de empresas que prefieren permanecer pequeñas y especiales en lugar de convertirse en grandes.
Al llegar allí, frente a ese inmenso paisaje, se siente como un estruendo en el interior, una voz que dice ¡Dios, esta vez me descrestaste! Los ojos simplemente parecen no captar la imagen en medio de la sensación de haber encontrado un tesoro en el camino. Un tesoro aun más brillante, pues allí están juntas unas manos enamoradas. En el municipio de Aquitania, Boyacá, a algunas horas en carro desde Bogotá, el Lago de Tota parece de otro mundo. Poco a poco, en la carretera, van apareciendo hoteles coloniales como si fueran adornos. Uno de estos hoteles, El Refugio Pozo Azul, es como una caja de sorpresas, llena de detalles y romanticismo. Desde sus cuartos en madera rústica se aprecia todo el panorama del lago azul verdoso. Allí es posible tomarse un canelazo frente a la hermosa chimenea circular llena de cojines tejidos por artesanos. Los jardines con arbustos típicos, como mortiños y arrayanes, el servicio inigualable de los boyacenses, las artesanías, la deliciosa trucha arco iris; cada detalle, solo puede ser el resultado de años de trabajo tras un sueño. El Refugio Pozo Azul fue fundado hace 34 años por Gary Clements, un norteamericano que se enamoró de la región y allí murió con una obsesión. "Los actuales dueños del hotel continuaron el sueño de crear un lugar distinto, sin tecnología, donde las personas se pudieran desconectar. Estamos enamorados del hotel tal como es, si fuera más grande perdería su autenticidad", asegura Martha Hernández, administradora de Pozo Azul hace 15 años.
Uno nunca sabe cuando se va a topar en la carretera con historias de empresas y empresarios que desafían la sabiduría convencional de "entre más grande mejor" o "crecer o morir". Aunque parezca sospechoso, en medio de tantas fotos con señores jalándose los pocos pelos porque la bolsa subió o se desplomó, algunos emprendedores dedican sus vidas a propósitos distintos al dinero. Por supuesto, el dinero siempre será importante, pero en vez de estar sumergidos en un cuadro de Excel y la proyección trimestral, estos soñadores se desvelan por crear ambientes inigualables de trabajo, productos y servicios sin comparación, lugares para ir a trabajar con gusto, plenamente comprometidos con sus clientes, colaboradores y la comunidad. En otras palabras, estos visionarios no valoran sus empresas por su tamaño o utilidades, sino por su legado en este mundo y el karma que se siente alrededor. Gran parte de la crisis actual corresponde a un deseo desenfrenado por crecer y crecer sin límites. Es por esto que es refrescante retomar el fabuloso libro del autor Bo Burlingham (2005) Small Giants: companies that choose to be great instead of big, un reportaje a un grupo de compañías que decidieron por cuenta propia permanecer pequeñas con tal de proteger aquello que las hace especiales. "Sin saberlo, los emprendedores exitosos tarde o temprano van a tener que tomar una decisión sobre ¿qué tan grandes quieren que sean sus proyectos? Y la respuesta a esta pregunta suele tener un impacto mucho mayor sobre sus vidas y el propósito de sus empresas del que se imaginan", plantea Burlingham en su libro.
El mundo moderno de los negocios parece embelesado con el crecimiento. No solo los libros de gerencia, sino la prensa escrita, lo que se dicta en las escuelas de negocios o lo que dicen los expertos, siempre apuntan a identificar el secreto sobre cómo crear el próximo Microsoft o convertirse en el Carlos Slim del futuro. Tratando de seguir estos paradigmas, jóvenes y experimentados emprendedores aceleran sus proyectos hasta que literalmente se estrellan con la quiebra. Una especie de desafío interno les coloca determinada cifra en su mente que llega a ser más importante que su familia, amigos y la vida misma. Pero lo que muchas veces estos emprendedores no saben es que pueden elegir. Para su libro, el experto en emprendimiento, Bo Burlingham, se propuso identificar compañías que hayan tenido la oportunidad de crecer sorprendentemente pero que en una decisión consciente prefirieron permanecer pequeñas. Suele suceder que el tamaño aleja a las compañías y a sus gestores de los principios básicos con que arrancaron, como prestar un servicio formidable, crear un producto único o llevar una vida tranquila trabajando para sí mismos. Sorprendentemente, Burlingham identificó pequeños gigantes, como llama a estas maravillosas organizaciones, en todos los rincones de la vida empresarial, de los cuales destacó 14, en sectores tan variados como la música, servicios, alimentación e industria, entre otros.
Ya sea conservando la tradición de una excelente cerveza hecha en casa, la cara de agradecimiento de sus clientes, el restaurante que centímetro a centímetro se ha pensado como un regalo, el sonido de un grupo musical que nunca perdió su esencia, el aroma de un café gourmet colombiano, la agudeza y creatividad de una publicación independiente, la alegría de su gente al trabajar o la magia de un hotel en medio del frío boyacense, siempre habrá diversas formas de medir su éxito, diferentes a las ventas, y este puede ser el mejor negocio. Colombia también está llena de pequeños gigantes ¿vale la pena entender cómo funcionan?
Defender un sueño
Tal vez sin percatarse, gran parte de los libros más afamados en gerencia excluyen de tajo a los pequeños gigantes. Por ejemplo, el reconocido autor Jim Collins y sus colegas utilizaron como indicador para la selección de las compañías que resaltaron en su éxito editorial Empresas que Sobresalen el desempeño en bolsa. Mediciones similares también son el soporte de otros libros famosos como En busca de la excelencia y Empresas que perduran. No es casualidad que le vida empresarial se nos haya reducido a empresas públicas como Coca-Cola, Microsoft, Dell, Disney, McDonalds, IBM... Sin embargo, Bo Burlingham, un férreo defensor del emprendimiento, explica que las pequeñas gigantes operan en forma muy distinta. "Analizando aspectos en común entre las pequeñas gigantes, fue fácil identificar que casi la totalidad mantiene su propiedad privada. Esto tiene sentido pues, cuando una empresa vende a inversionistas parte del patrimonio, queda sujeta a terceros para quienes suele aplicar el lema de ¡vender y ganar siempre es mejor! Pero cuando los emprendedores controlan sus empresas tienen libertad para perseguir sus propios sueños", explica Burlingham. Curiosamente, desde la perspectiva de este autor, la cultura norteamericana de compartir rápidamente la propiedad para crecer, fundamental para el desarrollo de los mercados, frustra a muchas empresas en el desarrollo de sus verdaderos anhelos. En este sentido, esquemas empresariales más cerrados, como el colombiano, tienen la ventaja de ser terrenos fértiles para sembrar pequeños gigantes.
Una bonita forma de entender las pequeñas gigantes es el capricho, la obsesión, la defensa a toda costa de un emprendedor tras un sueño. Bo Burlingham relata en su libro historias como la de Clif Bar y su fundador Gary Erickson que cuando vendía US$39 millones rechazó una oferta de Quaker por US$120 millones. Erickson pudo haber quedado millonario pero estaba tan enamorado de su producto, una barra alimenticia especial, que sabía que perdería su esencia en manos de una multinacional. Fritz Maytag heredó Anchor Brewery, el productor de cerveza en casa más antiguo del mundo. Por décadas, Maytag ha sentido la presión por expandir su capacidad, debido el prestigio y calidad de su producto, pero él entiende que la felicidad de su vida es producir cerveza como hace un siglo pues, a pesar de lo costoso y dispendioso, esto no se puede hacer a gran escala. Para la exitosa cantante de música folk en Estados Unidos, Ani Difranco, tenía más sentido escoger como sede ciudades como Nueva York o los Ángeles, pero contrario a esto prefirió su ciudad natal, Búfalo, con serias dificultades de desarrollo. Difranco remodeló una vieja iglesia, símbolo de la ciudad, para localizar su compañía Righteous Babe Records, con el compromiso de contratar todo con talento local. Burlingham comenta que lo que parecía una decisión absurda terminó por convertirla en el símbolo de la renovación de toda una ciudad, apalancando ampliamente su carrera. Definitivamante, las empresas pequeñas gigantes se compenetran de una forma distinta con su comunidad.
También en Colombia, en cada cuadra y cada esquina, podemos encontrar pequeños gigantes. En 1996, Andrés Hoyos y Mario Jursich crearon la revista cultural El Malpensante, con el objetivo de "poder escribir lo que en otras revistas no podrían publicar". A pesar de su éxito, Andrés Jaramillo, el creador de Andrés Carne de Res, no ha parado un segundo de vivir obsesionado por ese mismo lugar. La compañía Daabon Organic, en Santa Marta, se especializa en la producción de cultivos orgánicos, principalmente palma, que puede limitar su mercado pero que mantiene los más altos estándares de calidad. Al final de cuentas, las pequeñas gigantes resultan convirtiéndose en negocios sumamente rentables. Paradójicamente, cuando un emprendedor cambia la obsesión por las ventas en crear empresas y productos inigualables, nunca le van a faltar buenos clientes dispuestos a pagar un premio por sus servicios.
Forjar una familia
En los listados anuales de las mejores empresas para trabajar suelen escaparse varios de los lugares más excitantes, retadores y agradables. Si en algo están comprometidas las pequeñas gigantes es en crear ambientes de trabajo envidiables para una compañía grande. De hecho, la delicia de trabajar en equipos pequeños, como familias motivadas tras un mismo sueño, es lo que muchas veces frena a los visionarios al frente de una pequeña gigante a no crecer. "Luego de 50 empleados uno empieza a ni siquiera recordar el nombre de todos los de su equipo", explica un empresario consultado por Burlingham. Estas empresas suelen tratar a cada uno de sus colaboradores como un tesoro para desarrollar, muchas veces acogiéndolos cuando más lo necesitaban en la vida. La gente sabe cuando llega a una pequeña gigante, se nota en la sonrisa de la recepcionista y en los detalles de las instalaciones.
De alguna forma, los emprendedores detrás de las pequeñas gigantes son personas sensibles que valoran los detalles de la vida. Para ellos no existen momentos ordinarios. Estas personas no miden su éxito por cuánto dinero tienen en sus bolsillos sino en la libertad de poder escoger los problemas que desean resolver. Porque para ellos ir al trabajo es una dicha, una pasión que pocas veces se siente en un monstruo de los mercados. Realmente, en la vida empresarial hay cosas que no tienen precio. Las inmensas ganas que sienten por la mañana quienes trabajan en las pequeñas gigantes de ir a perfeccionar aun más sus sueños es definitivamente una de estas.
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