lunes, 1 de marzo de 2010

La caída del consumo augura dificultades para salir de la crisis (internacional)


Cualquiera que mire con cuidado a la economía mundial reconocerá que un nivel de estímulo monetario y fiscal sin precedentes es lo que la está impulsando, no sólo en los países de altos ingresos, sino también a las grandes naciones emergentes. Pero debemos mirar la otra cara de la moneda de las necesidades de estímulo: el sector privado está gastando mucho menos que su ingreso agregado.

Los pronósticos del último Panorama Económico de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), suponen que en seis de sus miembros (Holanda, Suiza, Suecia, Japón, el Reino Unido e Irlanda), el sector privado tendrá un superávit de ingreso sobre gasto superior a 10% del Producto Interno Bruto este año.

Otros trece tendrán superávit privados de entre 5% y 10% del PBI. Esto incluye a Estados Unidos, con 7,3%. El superávit privado de la eurozona será de 6,7% del PBI y el de la OCDE sumará 7,4%. Más aún, se prevé que el cambio en este balance entre 2007 y 2010 supere el 10% del PBI en detrimento del gasto en no menos de ocho miembros de la OCDE. También se pronostica que supere el 5% en otros ocho. En EE.UU. se espera que sea de 9,6% del PBI. En la Eurozona, se prevé 5,5% y en la OCDE 7,3%. La depresión amenaza. Nótese que ese gran giro puede ocurrir pese al relajo monetario sin precedentes. Estas medidas ayudaron a evitar un colapso aún mayor en el gasto privado. Si los gobiernos hubieran intentado disminuir los déficit, como lo intentaron en los ´30, estaríamos en otra Gran Depresión.

Entonces, ¿cómo salimos? Para responder esta pregunta necesitamos acordar cómo ingresamos. La respuesta es que una serie de burbujas ayudó a mantener la economía mundial avanzando en las últimas tres décadas. Detrás de esto, sin embargo, yace una súper burbuja de crédito, que estalló en 2008. Esta es la razón por la cual el gasto privado implosionó y los déficit fiscales explotaron. William White, ex economista jefe del Banco Internacional de Pagos, es un fuerte defensor de la visión de que los errores de política monetaria, particularmente de la Reserva Federal, han movido a la economía mundial.

Richard Duncan ofrece una crítica similar, pero más radical, en su provocador nuevo libro, The Corruption of Capitalism (“La corrupción del capitalismo”). En la conferencia del 75º aniversario del Banco Reserva de India este mes, White entregó una versión lúcida de su crítica. Con la inflación controlada a través de shocks de oferta, los bancos centrales con meta de inflación mantuvieron las tasas de interés muy bajas por mucho tiempo. El resultado, argumentó, fue una serie de desequilibrios, no muy diferente de aquellos de EE.UU. en los ´20 y de Japón en los ´80. Con la tasa de interés real muy por debajo de la tasa de crecimiento, la expansión del crédito no tuvo restricciones. Como era de esperar, la deuda explotó al alza.

White señaló cuatro desequilibrios: las burbujas de precios de activos, en particular de acciones en los ´90 y viviendas en la primera década del 2000; la explosión del balance del sector financiero y el aumento en su exposición al riesgo; lo que los economistas de la “escuela austríaca” denominan “desinversión”, el aumento del consumo de bienes durables en países de altos ingresos y construcción de hogares y centros comerciales en países como EE.UU., y de fábricas orientadas a la exportación en China; y finalmente desequilibrios comerciales, con el capital vertiéndose a EE.UU. y otros países de altos ingresos. No estoy de acuerdo con que los errores de política monetaria son responsables de todo esto. Pero jugaron un rol. En cualquier caso, todo esto tiene que terminar. Ahora, después del colapso, somos testigos de los extraordinarios esfuerzos de rescate. Entonces ¿qué pasa ahora? Podemos identificar dos alternativas: éxito y fracaso.

Por “éxito”, quiero decir reactivar el motor del crédito en los países de altos ingresos con déficit. El gasto del sector privado sube de nuevo, los déficit fiscales disminuyen y la economía parece volver a la normalidad. Por “fracaso” quiero decir que continúa el desapalancamiento, el gasto privado no logra remontar con vigor real y los déficit fiscales se mantienen mucho más amplios, por más tiempo, de lo que imaginamos. Este sería el Japón post-burbuja a una escala mucho mayor.

Desafortunadamente, el resultado de lo que llamo éxito probablemente sería una mayor crisis financiera en el futuro, mientras que los resultados del fracaso serían que la cuerda fiscal se acabara, aun cuando tocar fondo podría tomar más de lo que temen los pesimistas. El punto es que cualquiera de estos resultados nos conduce a una crisis de deuda soberana. Esto, a su vez, resultaría en defaults, probablemente a través de inflación. En esencia, balances exigidos amenazan una quiebra masiva del sector privado y una depresión, o la bancarrota soberana e inflación, o una combinación de ambas. Puedo imaginar dos maneras en que el mundo salga de su deuda sin ese colapso: un alza de la inversión privada y pública en los países con déficit o un incremento en la demanda de los países emergentes. En la primera, un ingreso futuro más alto haría el endeudamiento actual sostenible. En la segunda, los ahorros generados por los sectores privados de países con déficit fluirían naturalmente a una creciente inversión en mercados emergentes. Explotar esas oportunidades conllevaría un replanteamiento radical. En países como el Reino Unido y EE.UU. habrían altos déficit por un período prolongado, pero también una voluntad acorde para promover la inversión. Entretanto, los países de altos ingresos tendrán que reunirse con los países emergentes, para discutir reformas a las finanzas globales para facilitar un flujo de fondos sostenido desde los primeros a los segundos. Desafortunadamente, nadie aprovecha esa agenda radical. La mayoría espera que el mundo vuelva a ser como era. No lo será y no debería serlo. El ingrediente esencial de una salida exitosa es, en cambio, usar los altos superávit del sector privado para financiar mayores inversiones, tanto pública como privada, en todo el mundo. China sola necesita mayor consumo. No repitamos errores pasados. No esperemos que un atracón de consumo impulsado por el crédito nos salve. En su lugar, invirtamos en el futuro.

Fuente: Cronista

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