sábado, 1 de noviembre de 2008

Hernando de Soto: ``Podriamos terminar matando al capitalismo´´

El economista peruano que es considerado uno de los adalides de la propiedad privada, entra al debate sobre el futuro del liberalismo económico a raíz de la grave recesión mundial que incubó Wall Street. El 6 de noviembre estará en Chile, hablando sobre la crisis y defendiendo al sistema de mercado: "Nos ha dado enorme prosperidad en los últimos años", advierte.
Por Fernando Vega



La informalidad, el mismo problema que azota a las economías del Tercer Mundo generó la crisis. Las hipotecas basura y toda la ingeniería financiera que se montó en Wall Street, sumadas a regulaciones laxas y al capitalismo más liberal, construyeron este gigantesco castillo de naipes que se derrumba cada día. Eso es lo que piensa Hernando de Soto, economista peruano que se hizo famoso por sus estudios sobre la pobreza y la informalidad de la economía y uno de lo analistas más reputados a nivel internacional.

"Ésta no es una crisis de liquidez, ni bancaria, sino que es básicamente una crisis debido a que se ha perdido el marco legal que permite controlar cualquier exceso y que es esencialmente el derecho de propiedad", dice de Soto.

De la crisis internacional hablará el 6 de noviembre próximo en Santiago, en Casa Piedra, como orador del World Economic Forum que organiza Seminarium (www.seminarium.com). Algo adelantó la semana pasada en la Universidad de Nueva York, cuando en un acalorado debate con el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, y la activista contra la globalización, Naomi Klein, dijo que la falta de transparencia fue lo que desató el tsunami de los mercados.

"Occidente se olvidó de lo que verdaderamente le otorga superioridad: la base de su éxito no es una ventaja cultural, sino un mejor sistema legal, una seguridad sobre la propiedad que les permitía hacer transacciones transparentes, una serie de instituciones a las que no hemos dado importancia en el sur", explicita este ex funcionario de Alberto Fujimori y autor de "El otro Sendero" y "El misterio del capital", dos best sellers traducidos a más de 30 idiomas.

Considerado como el "latinoamericano más influyente del planeta" por las revistas Prospect y Foreign Policy, el presidente del Instituto Libertad y Democracia (ILD) de Lima asegura que esta crisis tendrá proporciones tan grandes que obligará a replantearse muchas cosas. Tantas, que en el nuevo libro que escribe pretende dedicar varios capítulos a ello. Siempre, eso sí, basándose en su premisa de que la propiedad es clave para todo tipo de desarrollo.

-En este nuevo escenario de nacionalizaciones bancarias, nuevas regulaciones y mayor injerencia estatal ¿qué futuro tiene el capitalismo?
- El futuro del capitalismo depende de si nos acordamos que el zócalo fundamental de su existencia es la propiedad. Si no nos damos cuenta de eso y atribuimos la causa de este desbarajuste a otras cosas -como los banqueros a los que hay que vigilar o encarcelar-, podríamos terminar matando al capitalismo Si no nos damos cuenta a tiempo, vamos a terminar matando algo que nos ha dado enorme prosperidad en los últimos años. No vayamos a matar a la gallina de los huevos de oro.

- En esta crisis se ha criticado mucho la laxitud de las regulaciones, ¿usted cree que también falló el Estado?
- Las dos mil millones de personas que manejan la economía con valores compartidos, es decir, la economía globalizada, crearon los bonos subprime, que dejaron de ser registrados como deberían. La propiedad es un sistema legal cuyo objetivo es, según normas de derecho, dar claridad a la relación entre los sujetos y los objetos con los que la gente trabaja en el mundo. Este mundo que maneja los valores globalizados comenzó a crear un título de propiedad opaco, que ya no representaba los valores sobre los cuales está anclado. El sistema de propiedad pasó de un sistema certificado por normas avaladas por el Estado, a manos de banqueros o especuladores que emiten certificaciones a las que no pueden responder. Ésta es una quiebra del sistema de propiedad.

Marx superventas

-¿Cree que la globalización como la conocemos hoy podrá resistir a la crisis?... ya hay países anunciando medidas para proteger sus industrias.
-En los últimos 60 años, la humanidad en su totalidad ha crecido más que en los 2 mil años anteriores y eso se debe a la globalización. Eso no quiere decir que se trate de un crecimiento justo, que no ha estado exento de abusos, sino que sencillamente es una máquina poderosa. Pero también peligrosa porque como cualquier máquina puede matar. El poder nuclear es bueno, pero también puede ser mal utilizado. Lo que hay que hacer ahora es realizar un buen diagnóstico de por qué está fracasando. Existe el riesgo de que los países empiecen a competir y a devaluar sus monedas, que comiencen a cerrar sus fronteras, como Argentina que comenzó a proteger sus industrias. Imagínese si lo hace Estados Unidos o si sale un diputado estadounidense y pide acabar con todos los TLC: ¡las consecuencias podrían ser catastróficas!

-¿Qué le hace pensar que esta crisis tendrá proporciones tan grandes que obligará a replantearse muchas cosas?
-Del momento en que nadie confía en nadie. Los bancos dejan de prestar -incluso entre ellos mismos- y si no entra el Estado a salvar a los bancos, todo hubiese colapsado y cesado el crédito. Por eso los líderes mundiales se están reuniendo, porque si colapsa todo y existe recesión y desempleo, la prosperidad de sus países va a desaparecer.

- ¿Podrá la economía informal, que no depende de la banca y que usted ha estudiado tanto, desenchufarse de la crisis?
- Una economía informal es una economía con una crisis financiera permanente, porque justamente no hay derechos de propiedad claros y ningún agente económico tiene confianza en el otro. Además no existe el crédito, salvo dentro del grupo familiar, tribal o mafioso. Lo que Estados Unidos está viendo ahora es la enorme importancia que la formalidad tiene dentro de la propiedad. Desde México hasta Bolivia, la mayor parte de nuestras economías están en recesión crónica porque les faltan esos elementos que dan la prosperidad. En otras palabras, si no existe la posibilidad de dividir el trabajo, o de intercambiar en gran escala, lo que se tiene son países pobres.

-¿Cómo impactará la crisis en América Latina?
-Ya nos está afectando a través de las exportaciones. Además muchos países desarrollados están retirando sus inversiones a medida que se deprimen sus economías. Eso está provocando una demanda muy grande de divisas, que ha llevado a que nuestras monedas se estén depreciando frente al dólar o al yen. A eso se suma el pánico en las bolsas de valores, por lo cual esta crisis ya la hemos empezado a sentir. Como por el momento hemos sido economías bastante bien disciplinadas, tenemos una reserva que nos permitirá defendernos un rato, pero un ratito no más; el latigazo lo vamos a sentir, el problema es que no sabemos bien cómo ni cuándo.

En todo caso todavía no se siente tanto como en el hemisferio norte, donde hay pánico absoluto. En Nueva York hay desempleo, mudanzas a casas más baratas, gente que está sacando la plata de los bancos para ponerla en maletas, ha subido la venta de cajas fuertes y revólveres y se ha cuadruplicado la venta de libros de Marx, aunque nunca Marx ha vendido mucho. Basta solo un marxista bien leído para malograr las cosas.

-¿Qué pueden hacer los gobiernos de estos países?
-Yo creo que los gobiernos han comenzado a hacer lo que tienen que hacer: calmar al público, dar sedantes, meter liquidez, tratar de crear puentes durante el tiempo en que la gente no confía en los otros, apoyar a las instituciones financieras pilares para que no venga una gran desconfianza en el mercado, tratar de aterrizar esto lo más suavemente posible, sin entrar en guerras comerciales o financieras, para que se mantenga la cooperación y la prosperidad.

-¿Tiene fe en que una crisis como ésta no se volverá a repetir?
-En el largo plazo no se debe dejar que esto vuelva a suceder. Hay que evitar que el mundo financiero esté exento de los reglamentos, de las exigencias de información, de la responsabilidad ante la sociedad, como están todas las demás mercaderías en el mundo.

Ésta es una crisis epistemológica mucho más que cualquier cosa, una crisis en la que no conocemos lo suficientemente bien la máquina que nos da prosperidad. Hemos fallado en no verlo a tiempo y la próxima vez no debe ocurrir, para que la gente no pierda la esperanza en el único sistema que nos ha permitido crecer.

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